Cuando construimos la identidad
corporativa de una empresa, el proceso de construcción de un logo es algo que
no debe dejar paso a la improvisación. Dependiendo de la empresa, marca o
persona que represente, su contexto histórico y social, su competencia y lo que
quieren comunicar y en lo que quieren diferenciarse, debemos hacer una cosa u
otra para conseguir un buen trabajo de branding.
Los aspectos previos a la hora de
realizar una marca que deben considerarse son: el target al que va destinado,
(niños, adultos, poder adquisitivo, país, sexo, gustos…) dónde se verá el logo
(web, papelería, publicidad exterior). Todo esto para, finalmente, transmitir
emociones y comunicaciones memorables sobre lo que hace la empresa.
Otro aspecto que hay que tener en
cuenta también es lo que comunica el logo. Y esto se estructura en dos niveles.
Por un lado tenemos el nivel es semántico: el significado determinado del logo
en sí mismo, que inmediatamente enlaza
con una cadena de significados. Por otro lado está el nivel estético: lo que
comunica la forma del logotipo en sí misma.
A estas alturas debemos tener
claro que el proceso de diseño no es algo en donde el azar deba tener peso
alguno. No hablamos de arte puro, sino de un diseño que debe cumplir la función
para la que estaba destinado: Comunicar de manera correcta diferentes aspectos
de la empresa, entidad o persona que representa.
Resumiendo conceptos, una marca
debe ser:
Simple, fácil de escribir.
Práctica, apropiada para
insertarla en diferentes medios.
Consistente, fiel reflejo de la
comunicación la compañía.
Única, diferenciada de la competencia.
Memorable, que se grabe en la
mente del consumidor.
Un reflejo de los valores de la
marca.
Adaptable a distintos medios, a
los cambios del target.
Defendible lo largo del tiempo. No debe quedar obsoleta
al poco tiempo.
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