La retórica, antes del siglo I,
era considerada como una ciencia del discurso oratorio y se constituía en un
cuadro totalizador y globalizado de la construcción textual, supeditada a la
finalidad de mover al oyente. Pero, luego de esa fecha, la retórica se vio
disminuida debido a la amputación de sus partes principales: la argumentación y
la composición, perdiendo de ese modo, su cuadro teórico inicial. Con el tiempo
fue reduciéndose más aún, hasta convertirse solo en la teoría de la elocución,
una ciencia del ornato verbal, una taxonomía de figuras más o menos ordenadas y
vinculadas con los viejos manuales de preceptiva literaria. De este modo, la
retórica perdía el nexo que, a través de la dialéctica, la unía a la filosofía
y la lógica.
En la época medieval es cuando la retórica
pasa a ser una pedagogía sobre los medios del ornato verbal, queda reducida a
una ciencia de la palabra donde se equipara lo literario y lo figurado, así los
tratados de la lengua literaria habían devenido en taxonomías de figuras. En
consecuencia, la retórica se instituye como paradigma teórico de la oposición
entre lengua literaria y lengua gramatical. La primera suponía un voluntario
apartamento respecto a la norma de la gramática y que los recursos verbales de
la lengua literaria son modificaciones de la norma lingüística (desvío). En
otras palabras, la lengua literaria sería la sustitución de un lenguaje
cotidiano por otro más elevado a través de las figuras (retórica). Vistas así
las cosas, las figuras se constituían en ornamentos, solo adornos del discurso.
Afortunadamente hoy, la retórica ya no puede
ser entendida solo como una teoría del uso específico únicamente del lenguaje
literario ni puede ser reducida a un simple procedimiento de desviación de la
norma. Las investigaciones de García Berrio, Chaim Perelman y Stefano arduini
nos permiten recuperar el corpus teórico de la retórica, consolidándola como
ciencia general de los discursos, un eslabón central, un punto de encuentro
necesario entre la pragmática, la sociolingüística, la dialéctica y la
semiótica. De acuerdo a esto, la
conexión entre el lenguaje y el mundo está constituida por esquemas retóricos
con una función cognitiva. El campo retórico es el eje de la relación entre
producción y recepción, entre creación e interpretación que garantiza una
comunicación en la que los procedimientos retóricos, lejos de ser adornos, son
herramientas que establecen vías de relación pragmático cognitivas que
atraviesan la construcción lingüística discursiva (sobre todo los tropos:
metáfora, sinécdoque, metonimia) con la que se produce la conexión
comunicativa.
En conclusión, las figuras
retóricas poseen una función constructora y formadora. Son herramientas o
medios que nos permiten ordenar y relatar el mundo, así como relatarnos y
construirnos a nosotros mismos y esta es la magnitud de su importancia.
Publicado y escrito por: Lourdes
Quispe Huáman.
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